
Mitos cubano-miamenses
Monday, August 11, 2025
*Fr. Eduardo Barrios, SJ
Circula incuestionada la versión de que los cubanos llegados a Miami poco después de 1959 eran todos educados, acaudalados, religiosos y amantes de la democracia. Hubo de todo. También llegaron los que vivían de oficios, como barberos, mecánicos, pequeños agricultores, y muchos más.
Cubanos de diferentes estratos socioeconómicos se exiliaron temprano motivados en parte por ideales; algunos no querían, por ejemplo, que sus hijos se educasen bajo el marxismo ateo. Entre los acaudalados hubo muchos que dejaron el país insular por haber perdido sus industrias, comercios y fincas.
Si el gobierno castrista se hubiese limitado a expropiar solamente las empresas multinacionales y los latifundios baldíos, no pocos empresarios y terratenientes se habrían quedado en la patria. Después de todo, en Cuba no había democracia desde 1952, fecha en que Fulgencio Batista le dio un golpe de Estado al presidente constitucional, Carlos Prío Socarrás, y a muchos ricos no les importaba demasiado. Fulgencio Batista respetó la propiedad privada.
De modo que en la sexta década del siglo XX ya hubo emigrantes económicos. También emigraron profesionales que perdieron la práctica privada de la medicina, arquitectura, ingenierías, leyes y demás profesiones liberales.
Prevalece la impresión de que los cubanos salidos por el Mariel, año 1980, eran delincuentes comunes y locos del hospital Psiquiátrico de La Habana, conocido como Mazorra. En realidad, la mayoría de los que vinieron por esa vía eran honestos y cuerdos. Muchos llegaron lo suficientemente jóvenes como para enrolarse en universidades y hacerse de profesiones o de carreras técnicas. Hay muchas historias de “marielitos”, como les decían, que han vivido el sueño americano gracias a sus esfuerzos por progresar en el país de las grandes oportunidades.
Otro mito fue pensar que, con el triunfo de la revolución, la gente se pasaba la vida llorando por las escaseces y la opresión política. Lo cierto es que el ser humano cuenta con mecanismos psicológicos de defensa para sobreponerse a situaciones penosas. Eso explica que en Cuba siguiese habiendo fiestas y bailes, aunque las celebraciones se hiciesen con medios modestos; y nunca faltaban los chistes.
Por supuesto que las remesas de dólares ayudaron por varias décadas a que sus destinatarios mejorasen su nivel de vida. Esas remesas comenzaron en 1994, cuando el gobierno de Cuba despenalizó la tenencia de divisas. También produjo alivio el permiso para que los cubanos que habían emigrado pudiesen visitar familiares en Cuba; eso comenzó a partir de 1979.
Los cubanos que recibían ayuda del exterior ayudaban a los que no la recibían, pagando por servicios de cocinera, empleada de limpieza y lavado de ropa, por ejemplo.
Con el paso del tiempo siguieron llegando a Estados Unidos cubanos cada vez en mayor número. Los llegados en tiempos lejanos los despreciaban por considerarlos mal educados y migrantes puramente económicos, sin ideales elevados. Nada más falso. En la ex Perla de las Antillas se mantuvo la educación primaria, secundaria y universitaria. En Cuba no faltaban bibliotecas, teatros, cines y clubes juveniles con acceso a la intranet, redes internas; la conexión a internet exigía pago. Había música clásica y ballet, así como museos. De modo que, a pesar del empobrecimiento, todavía existían cubanos educados en la Isla. Los que llegan ahora a Miami en busca de mejores condiciones de vida, también desean que en su patria la gente pueda opinar sin caer presa; no son emigrantes puramente económicos, o sea, carentes de aspiraciones democráticas.
Ahora bien, a partir del año 2019 todo se fue complicando y el gobierno proclamó un nuevo período especial. La situación ha llegado a extremos tales que apenas hay servicio eléctrico, gasolina, comida, medicinas. Cuba se ha convertido en un Estado fallido del que no se vislumbra cómo saldrá de ese atolladero.
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