
Observemos correctamente el fin de �la guerra para terminar todas las guerras�
Monday, November 12, 2018
*Tony Magliano
En 1918, a las 11 horas del 11mo día del 11mo mes se declaró un armisticio que puso fin a uno de los peores conflictos en la historia: la Primera Guerra Mundial.
El 11 de noviembre, los Estados Unidos, el Reino Unido, Nueva Zelanda y otras naciones observarán el centenario de ese día histórico cuando las naciones en guerra del mundo finalmente detuvieron toda matanza, daño y destrucción que colmaron los años entre 1914 y 1918.
El 7 de diciembre de 1914, el Papa Benedicto XV exhortó a las partes en conflicto a que observaran una tregua de Navidad. Pidió “que las armas callen al menos en la noche en que cantaron los ángeles”. Esperaba que tal tregua condujera a negociaciones sinceras de paz (https://bit.ly/2evHJsb). Trágicamente, su súplica fue ignorada a nivel oficial. Pero en la Navidad, los soldados destacados a lo largo de varios puntos en el Frente Occidental declararon inspirados su propia tregua extraoficial (http://bit.ly/2SX0s2O).
Ben Salmon, un valiente católico estadounidense que seguía los pasos del Jesús pacífico, se negó a matar. Fue sentenciado a muerte, pena que posteriormente fue conmutada por una larga condena de trabajos forzados en prisión (www.bensalmon.org, https://bit.ly/2pMexCD).
A causa de la Primera Guerra Mundial murieron más de 8 millones de militares. Y el número de muertos civiles fue peor: aproximadamente 13 millones, debido en gran parte a inanición, enfermedad, choques militares y masacres (https://bit.ly/2QMM9vX). La Primera Guerra Mundial, “la guerra para terminar todas las guerras”, se convirtió en precursora de la aún más horrible Segunda Guerra Mundial—la peor guerra en la historia de la humanidad – y de muchas guerras desde entonces. Francamente, ¿para qué?
Con mucha frecuencia, los veteranos que sobreviven a la guerra regresan a casa con graves heridas físicas, mentales y espirituales. ¿Por qué los cristianos permiten que nuestro gobierno los ponga en peligro? ¿No deberían los seguidores del Jesús pacífico exigir el fin de este sacrilegio, el sacrilegio de la guerra y la preparación para la guerra?
Cuidar adecuadamente de las necesidades de los veteranos, como la vivienda y la atención a la salud mental y física, es un imperativo moral que exige una mayor financiación.
Pero por el bien de ayudar a crear una cultura opuesta a la guerra y a la preparación para la guerra, una cultura que condena el envío de más hombres y mujeres jóvenes a una guerra tras otra sin sentido, tenemos que restar importancia al fervor nacionalista de ondear banderas y desfiles militares asociados con el Día de los Veteranos (observado de manera similar en la Mancomunidad Británica como el Día de Recordación), para volver a capturar el significado piadoso y pacífico que fue central para lo que originalmente se llamó este día: el Día del Armisticio.
El 4 de junio de 1926, en una resolución que reconoce oficialmente el fin de la Primera Guerra Mundial, el Congreso declaró que el aniversario del día en que cesaron las hostilidades “debe ser conmemorado con acción de gracias y oración y ejercicios diseñados para perpetuar la paz a través de la buena voluntad y el entendimiento mutuo entre las naciones”.
Doce años después, el 11 de noviembre, se designó un día festivo legal en los Estados Unidos que sería conocido como el “Día del Armisticio”, dedicado a la causa de la paz mundial.
Desafortunadamente, en 1954, el presidente Dwight Eisenhower cambió el nombre del Día del Armisticio a Día de los Veteranos, lo que hizo que la conmemoración anual se volviera más nacionalista y militarista, y mucho menos centrada en su propósito original de orar, dar gracias y perpetuar la paz, la buena voluntad y el entendimiento entre las naciones.
El 11 de noviembre, unámonos al movimiento nacional dirigido por Veteranos por la Paz para reclamar el Día del Armisticio al decir no a más guerras, y exigiendo justicia y paz en el país y en el extranjero (https://bit.ly/2NCqbto).
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